Cuando armamos esta sección, pensamos en escribir más o menos seguido, volcando noticias, pensamientos, información que podría ser de interés, y todo aquello que sirviera para mantener una comunicación fluida con nuestros amigos de internet.
Poco a poco la realidad nos va acorralando, y nos pone en aprietos obligándonos a ir postergando actividades que por más que nos gusten, quedan relegadas ante los compromisos laborales.Pero como la llama ha dejado brasa, una pequeña brisa enciende nuevamente el fuego y las ganas de escribir siempre están latentes. Por eso es que, aunque hay muy poco para contar, queremos seguir ofreciendo este contacto, donde a la vez que intentamos cumplir con la premisa, tratamos de escribir algo que sea de utilidad.
Por lo que a continuación les dejo una fábula que tiempo atrás había aprendido, con la intención de tener qué contarle a mis nietos.
Moraleja del OSO
Un oso,
Con que la vida ganaba un piamontés,
La no muy bien aprendida danza
Ensayaba en dos pies.
Queriendo hacer de persona,
Dijo a una mona, _¿qué tal?
Y respondiole la mona, _¡mal, muy mal!
_Yo creo _replicó el oso
_que me haces poco favor,
Pues qué, ¿mi aire no es garboso?
¿No hago el paso con primor?
Un cerdo que allí se hallaba, dijo:
_¡Bravo, bien va!
¡Bailarín más excelente no se ha visto ni verá!
El oso, al oír esto,
Sus cuentas echó entre sí.
_Cuando me desaprobaba la mona, llegué a dudar,
Más ya si el cerdo me alaba,
Muy mal debo de bailar.
Moraleja
Guarde para su cuidado esta sentencia, lector,
Si el sabio no aprueba malo,
Si el necio aplaude peor.
Una historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaban para condolerse con él, y lamentar su desgracia, el labrador les replicó: «¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe? Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió: «¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?». Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?». Una semana más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota le dejaron tranquilo. ¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?
Todo lo que a primera vista parece un contratiempo. puede ser un disfraz del bien. Y lo que parece bueno a primera vista puede ser realmente dañoso. Así, pues, será postura sabia que dejemos a Dios decidir lo que es buena suerte y mala y le agradezcamos que todas las cosas se conviertan en bien para los que le aman.