Mientras pensaba un tema para volcar mis ideas en esta página, hacía un breve repaso por algunas de las obras en las que había actuado, sospechando que entre esos personajes podía encontrar cosas interesantes.

Fue así que recordé a Don Pedrito, personaje de “Auto de fe  . . . entre Bambalinas”, de Patricia Zangaro, a quien tuvimos el honor de contar entre los espectadores en una las funciones que llevamos a cabo en la sala del Teatro Constantino, allá por noviembre de 1999. Debemos ilustrar diciendo que en el papel de Doña Mercedes estaba Carolina Frola,

como Doña Ana Yasmín Barrera, en la parte técnica Luis Mediavilla, el vestuario fue de César Núñez y la dirección correspondió a Graciela Balletti.

La obra se desarrollaba en alguna ciudad muy importante de un virreinato allá por el año 1780.  Don Pedrito era un actor de origen español, que apoyaba a los insurrectos y estaba enamorado de un hombre de estas tierras.

No fue fácil encarnar ese personaje. No por la condición homosexual, ni tampoco por la de insurrecto, sino porque suponíamos que todas sus acciones debían ser muy medidas. Pensábamos que en esa época todas las conductas que Don Pedrito tenía, seguramente eran socialmente condenables.

Pero llegó el momento en que una de las frases de Pedrito me iluminó: _Desde que acepté mi condición de torcío, estoy condenao a la verdad”.

Nada más cierto que esa frase que la señora Patricia Zangaro puso en boca de Don Pedrito.

Cuando nosotros nos aceptamos tal cual somos, con nuestros aciertos y nuestros errores, vivir cobra otra dimensión. No tengo necesidad de estar mintiendo para mostrarme diferente. Para engañar que soy mejor. Para mostrar algo que no soy. Ser auténtico nos permite decir y actuar con la verdad. Y aunque algunas veces nos traiga complicaciones siempre será mejor que vivir mintiendo.

Habitualmente escucho decir o leo en algunas notas, sobre que la mediocridad de nuestra sociedad, y me pregunto ¿cuántos son diez puntos?, ¿cuántos de ellos fue diez en la escuela o es diez en su trabajo?

El hecho de aceptar que somos medios, medios, es decir seis o siete puntos, es lo que seguramente nos permitirá trabajar para ser mejores. Pero si pensamos que somos diez ya no tendremos nada para aprender. Además estaríamos pasando por la vida transitando un camino que no nos pertenece y cuando uno no se ubica en su lugar, difícilmente puede ver el problema tal cual es, por lo que la solución nunca será la apropiada.

En resumen, conocerse a sí mismo debiera ser la clave para vivir una vida mejor.